Antes que los Incas
reinasen, cuentan que en el principio, Wiracocha creó un mundo oscuro y luego
de ordenar el cielo y la tierra creó una raza de gigantes. A estos les mandó
que viniesen en paz para que lo sirviesen, mas como no fueron recíprocos con él,
los convirtió en piedras, enviándoles a la vez un diluvio general al cual
llaman Unu Pachacuti, que quiere decir "el agua que transformó el
mundo".
Pasado el diluvio y seca la
tierra, Wiracocha determinó poblarla por segunda vez y para hacerlo con más perfección
determinó criar luminarias que diesen claridad, para esto fue al gran lago
Titicaca y mandó allí que salieran el Sol, la Luna y las estrellas y subiesen
al cielo para dar su luz al mundo. Y dicen que la Luna tenía más claridad que
el Sol, por lo que este al tiempo que subían le echó un puñado de ceniza en la
cara y que desde esa vez quedó la Luna con el color que ahora tiene.
Y luego que todo esto pasó,
en la dirección Sur, apareció el enviado de Wiracocha, que era un hombre de
crecido cuerpo, el cual en su aspecto y en su persona mostraba gran autoridad,
llamándolo Wiracochan o Tunupa. Vestía una túnica andrajosa que le daba hasta
los pies: traía el cabello corto, una corona en la cabeza y un báculo como los
que llevaban los sacerdotes y astrónomos antiguos.
Dicen también que llevaba a
cuestas un bulto en el que transportaba los dones con los que premiaba a los
pueblos que lo escuchaban.
Y dicen que este hombre
tenía gran poder, que de los cerros hacia llanuras y de las llanuras cerros
grandes. Hacía también cosas mayores por que dio ser a los hombres y animales,
y que por su mano vino un notable beneficio.
Luego se dirigió a
Tiahuanaco y en este lugar dibujó y esculpió en una losa grande todas las
naciones que pensaba crear; después de esto, inició su peregrinaje obrando
maravillas por el camino de la serranía, mandando salir a los pueblos de sus
Paqarinas diciendo: "Gente y naciones oigan y obedezcan que yo les mando
salir, multiplicar y henchir la tierra". Y a su vez todos los lugares
obedecieron y así unos pueblos salieron de los suelos, otros de los lagos,
fuentes, valles, cuevas, árboles, peñas y montes.
A la vez que esto sucedía,
pintaba a cada pueblo el traje y vestido que habrían de llevar y así mismo dio
a cada nación la lengua que habría de hablar, sus cantares y las semillas. Y
así en este camino de los Andes y montañas de la tierra fue dando y poniendo
nombres a todos los árboles grandes y pequeños, tanto como a sus flores y
frutos, mostrando a la gente los que eran buenos para comer y los que no y los
que eran buenos para medicina y, asimismo, puso nombre a todas las yerbas e
indicó el tiempo en el que habrían de florecer y fructificar. También dio orden
a los hombres sobre cómo vivir, hablándoles amorosamente con mucha mansedumbre,
amonestándole para que fuesen buenos, y los otros no se hiciesen daño ni se
injuriasen; luego les enseñó cómo cultivar; para esto rompía la tierra con la
punta de su báculo quedando está dispuesta para sembrarse, y así con su sola
palabra hacía nacer el maíz y los demás alimentos.
En ese largo peregrinar,
dicen que también halló algunas naciones rebeldes que no habían cumplido con su
mandato, por lo que los convirtió en piedras, en figuras de hombres y mujeres
con el mismo traje que traían. Estas conversiones fueron hechas en Tiahuanaco,
Pucara y Jauja.
En dichos lugares se
encuentran unos bultos de piedras grandes y en algunas otras partes dicen que
tienen tamaños casi gigantes.
Y es así como llegó a la
provincia de Cacha habitada por los Canas, y éstos, como no lo conocían,
salieron armados y dispuestos a matarlo. Entonces Wiracocha, al observar esta
actitud, hizo que cayese fuego volcánico sobre ellos. Y los canas, por el temor
de verse quemados, arrojaron sus armas y lo veneraron. Viendo esto, Wiracochan
tomó su báculo y paró el fuego; luego, puso orden entre ellos. En memoria de
este hecho le edificaron un suntuoso adoratorio y hoy en día, aún se puede ver
el cerro de Cacha con su enorme quemadura que consumió las piedras de tal
manera que ellas mismas se hacen testigos de este hecho, por que quedaron tan
quemadas que se las pueden levantar como si fuesen madera liviana.
Dicen que después de este
suceso llegó al pueblo de Urcos, y subió a un cerro alto desde donde mandó
saliesen de él los naturales de Urcos, por lo que con el tiempo le erigieron en
este lugar un rico adoratorio, edificando en este un escaño de oro fino y una
imagen a semejanza suya.
Luego Wiracochan prosiguió
su camino y llegando a cierto sitio creó a un señor al cual puso el nombre de
Alcaviza y al lugar por nombre Cusco; dejando el mensaje que después de este
señor vendrían los Incas Orejones a quienes todos respetarían.
Este Wiracochan a quién los
pueblos llamaban también Tunupa, Tarapaca, Wiraccochan pachayachicachan,
Bichaycamayoc, Cunacuycamayoc Pachacan; que quiere decir el enviado de
Wiracocha, su fuente, el predicador, el encargado del presente o el conocedor
del tiempo, dicen que se dirigió al pueblo del curaca Apotambo (Señor de Tampu,
Tambo u Ollantaytambo), a donde llegó cuando se celebraban unas bodas. Fue en
esas circunstancias que el Curaca escuchó sus razonamientos y predicamentos con
mucho amor, mas su pueblo no lo hizo así, por lo que Wiracochan los reprendió
con amor afable. Y, luego de esto, en un gesto de reciprocidad, entregó el
báculo que portaba y en el que se encontraban grabados todos sus conocimientos,
al curaca Apotambo. Pasado esto, en memoria de Wiracochan labraron una montaña
a imagen y semejanza suya, a la cual veneraron muchísimo.
Luego, este Wiracocha
prosiguió su camino haciendo sus obras hasta que llegó a la línea equinoccial
cerca al Ecuador, donde queriendo dejar esta tierra, informó a la gente sobre
las muchas cosas que habrían de suceder. Les dijo que con el tiempo habrían de
venir gente diciendo ser Wiracocha y a los cuales no les deberían de creer. Y
dicho esto se metió al mar caminando por sobre el agua como si fuese su
espuma..."